jueves, 10 de julio de 2008

Cuando los objetos pertenecen a las personas... (Anecdotario: La historia de la tobillera)




Si bien los objetos son cosas inanimadas, cuando tienen dueño hay un cierto sentido de pertenencia en ellos, más allá del valor monetario que puedan tener.
Según han descubierto los arqueólogos, los antiguos egipcios enterraban a sus faraones provistos de todas sus pertenencias. Los sepultaban no sólo junto a sus valiosas joyas, sino con otros objetos que habían pertenecido al difunto en cuestión.
Es sabido que las pirámides, tales como monumentos funerarios, tenían en su interior varias cámaras y pasadizos falsos para engañar a los ladrones e impedir el saqueo de estas tumbas; bajo la custodia de maleficios hacia quien osara tomar las pertenencias de aquella persona en honor a la cual se había erigido este monumento.

En nuestro paso por la vida, desde la niñez vamos acopiando pertenencias de las que nos cuesta despojarnos. Algunas las conservamos y nos acompañan durante toda nuestra vida. Y no me refiero precisamente a joyas u objetos de valor, sino a aquellas pertenencias que nos recuerdan alguna etapa de nuestras vidas, a la persona que nos la regaló, o el acontecimiento por el cual llegó a nuestras manos. Es así como todos estos objetos son depositarios, en cierta forma, de parte de nuestro cariño por alguna circunstancia en especial. A estos objetos solemos cuidarlos, le damos un lugar preferencial en nuestras casas, en nuestros muebles y los conservamos bien para que perduren con el paso del tiempo. Es así entonces como pasan a tener una historia compartida con su dueño, es así que son depositarios de nuestros cuidados, de nuestra contemplación...

La historia de la tobillera que les voy a contar está relacionada co todo ésto.

La tobillera que ven en las fotos la adquirí en el verano del '99 en Villa Gesell. Se la compré a la hija de la dueña de un balneario, donde paraba una de mis primas, que hacía artesanías.

Ese verano me encontraba de vacaciones junto al padre de mis hijos, y mi Matías (Tatuchy no estaba en los planes, aún). Nos habíamos encontrado con dos de mis primas y sus respectivas familias. Esas vacaciones las recuerdo con gran cariño porque compartí muy lindos momentos que no volvieron a repetirse. En mi caso porque me separé, en el de una de mis primas porque enviudó; y por circunstancias de enfermedades jodidas del marido de mi otra prima.

Por todo ésto, cada vez que usaba esa tobillera (que pasó a ser mi preferida), me recordaba aquel verano, sinónimo de tiempos felices compartidos que no volverán a repetirse...

Años después, me encontraba nuevamente de vacaciones en Villa Gesell con mis hijos. Esa temporada usaba aquella tobillera sin sacármela para nada; hasta que un buen día me percaté de que no la tenía más. Busqué por todos lados en la habitación del hotel, pero nada, no la encontré. Me dolió haberla perdido porque otra igual no iba a conseguir, no sólo por el hecho de ser artesanal, sino porque me recordaba aquellos momentos en familia vividos. Era tan sólo una pérdida material, y como estoy acostumbrada a otras pérdidas más importantes que han ocurrido en mi vida; la pérdida de aquella tobillera no debería ser de mucha importancia (aunque sí lo era porque me había encariñado con ella...).

Una mañana de aquel verano subo al desayunador con mis hijos, como lo hacía todas las mañanas. No sé por qué motivo pero miro para el suelo, y veo precisamente los pies de una señora que estaba sentada en la mesa de al lado. Y para mi sorpresa veo que tenía puesta "mi tobillera"!!!! Doble sorpresa, primero por verla de nuevo, y segundo porque si esa señora la había encontrado en el hotel, pensé qué mala leche de ponérsela impunemente y no dejarla en la recepción, siendo que era un hotel familiar y chico...

Me debatía entre querer recuperarla y la bronca de tal actitud. Encima no sabía cómo encarar a aquella señora, que no sólo era mayor que yo sino que se la veía muy amable. Terminé de desayunar y bajé a la habitación. No sabía qué hacer! Quería recuperar mi tobillera! Ensayé mentalmente las distintas formas de encarar a aquella señora, junté coraje y volví a subir al desayunador. Por suerte todavía no se había ido, me dirigí hacia ella y le dije lo primero que sentía... Le dije que para mí era más engorroso que para ella, que no sabía cómo decírselo, pero le pregunté si la tobillera que tenía puesta era de ella, porque yo tenía una igual que había perdido... La señora amablemente me dijo: "es tuya"! Inmediatamente se la sacó, y siguió diciendo: "tomá querida, la encontré en la calle, sobre la 3 bis, camino a la playa, me llamó la atención y la agarré, pero no había nadie a quien preguntarle; volvió a su dueña..."

Le agradecía, y le expliqué lo que significaba para mí. Yo no lo podía creer!!! Me sentí doblemente aliviada, primero porque había recuperado mi tobillera; y segundo porque la señora no la había encontrado en el hotel...

Moraleja 1: cuando depositamos tanto cuidado y cariño en los objetos que compartieron algún momento de nuestras vidas, ellos nos pertenecen...

Moraleja 2: no juzgar de antemano a la gente antes de conocer "todas" las circunstancias del caso; todavía hay gente buena en quien confiar...

P.D.: la primera foto es gentileza de mi hijo Matute que quizo colaborar conmigo para este post (el niño maneja mejor que yo la cámara de fotos...jajaja)

Espero que les haya gustado, les mando un beso